Genesis 15:5-12, 17-18; Psalm 27; Philippians 3:17–4:1; Luke 9:28-36
In today’s first reading from Genesis we hear about the sky and stars, darkness and light, goats and pigeons. In the second reading from Philippians we hear about imitation and temptation—what can move us heavenward and what can weigh us down, like our stomach. In Luke’s Gospel we hear about climbing the mountain with Jesus to pray.
In Ireland an important part of Celtic spirituality is climbing the mountain called Croagh Patrick. It’s a two-hour pilgrimage to reach the top: 2,507 feet high. Some do it barefoot, along with fasting. There are stops and stations along the way.
People make this pilgrimage all year long but especially at the end of July. If you know Irish weather, you know to expect rain and mist, especially as you climb higher.
It’s like the pilgrimage we call Lent. Faces aren’t too happy going up, but they lighten up on the way down—and for the rest of people’s days they say, “Lord, it was good that we were there.”
So too Ireland, so too Lent, so too our climb up to the mountain of God.
Father Andrew Costello, C.Ss.R.
Annapolis, Md.
17 de marzo, segundo domingo
Génesis 15:5-12, 17-18; Salmo 27; Filipenses 3:17–4:1; Lucas 9:28-36
Con su transfiguración, Jesucristo nos indicó que la verdadera felicidad consiste en la unión con Dios. En esta unión el ser humano cambia, se transfigura.
La transfiguración es la más sublime experiencia de la humanidad redimida, que ya no se presenta en la fealdad del pecado sino en toda la belleza que la divinidad comunica a nuestra condición humana.
En este itinerario cuaresmal aprendamos a tener ojos transfigurados para ver lo que resplandece más y oídos transfigurados para escuchar la voz más sublime y verdadera: la del Padre que se complace en el Hijo. Así seremos signo concreto del amor vivificante de Dios para todos nuestros hermanos, especialmente para quien sufre, para los que se encuentran en soledad y abandono, para los enfermos y para quienes, en distintas partes del mundo, son humillados por la injusticia, la prepotencia, y la violencia.
Sólo si nos dejamos tocar por el Señor, nuestros sentidos serán capaces de ver y de escuchar lo que hay de más bello y gozoso en Dios, y en los hombres divinizados por Aquel que resucitó entre los muertos.
Pongamos en manos de Santa María la meta de nuestra verdadera “transfiguración” en su Hijo Jesucristo.
Padre Gustavo Arias Gómez, C.Ss.R.
Manizales, Colombia